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La poesia no se vende - Livia Diaz

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Autora

Autora

Livia Díaz, Poeta y Periodista de Oficio, México 1965.
Originaria de la Ciudad de México, divorciada, madre de cuatro.
Realizó estudios profesionales en la Facultad de Enfermería en la Universidad Autónoma del Carmen.
Diplomada en Mediación de Lectura.
Diplomada en Géneros Periodísticos y Análisis de la Información.
Diplomada Finder.
Columnista y Reportera. 
Ha ocupado la subdirección de producción de periódico impreso y digital.
Ocupó cargos de Jefa de Información, Redacción y editora y administradora en medios digitales, blog, redes sociales y difusora.
Dirigió programas de radio de poesía.
Capacitó lectores en escuelas y cárcel.
Actualmente radica en Xalapa, Veracruz, México en donde tiene un pequeño vivero.
Escribió en libros de Los puños de la Paloma (Argentina), Editorial Alondras (Canadá), Editorial MIM (República Dominicana), entre otros.
Publicó los libros gratuitos descargables La poesía no se vende, Tan lejos tan cerca, Los Mexicanos estábamos en Auschwitz, Las alas de mi palomario, Mneme, Poetuits.

30 años

30 años
 
Livia Díaz

De 1980 a 2010 mi país cambió de todo. Pasé de la máquina mecánica al whatsapp y de revelar rollos a transmitir en vivo.

Saliendo de un paraíso vi la realidad volverse una calle de un sentido. Viví la mitad de un siglo para entender que la verdad es una experiencia.

No dije "vivimos" porque hay que hablar por una aunque sea con los otros. En mi casa de sólo una entrada había muchas salidas, aunque siempre me alcanzó para la comida de cuatro, y algunas veces sus mascotas o invitados.

Los invitados en la adolescencia fueron varios. Ahora ya no hay. En la postpandemia, al menos en esta casa, ninguno. Aunque permanece el intercambio de pruebas entre vecinas. A veces llegan o se van algunas cosas sabrosas.

Ayer se fueron unas tortas de papa con pescado y llegaron tres mojarras para freír. Sin dudas ya estamos en el 2021. De los años que he escrito varias veces, sólo compilé la forma en que pasamos el siglo varias escritoras. Creo que no es muy popular ese texto aunque da cuentas de que hacemos más que escribir. Muchas moldeamos y le dimos forma a lo que ahora llaman reusar, reutilizar y reciclar, o permacultura o bricolage, y no sólo por necesidad de moldear, proponer, crear, no gastar, o estirar el dinero a lo máximo, sino que será o servirá para sobrevivir.

Las madres de esos 30 años solíamos decirle a nuestros hijos que las monografías las dibujaran, que no compraríamos mapas sino que los calquen, muchas veces en papel o cartón reciclado, y usamos uniformes heredados para ellos.

Ahora sí, hablando de "nos", muy poco insistimos en estrenar zapatos, o tenis y en cumplir con cada uniforme, aunque a veces eso restara puntos, popularidad o hasta clases.

Mucho me he preguntado por qué no podía, no quise, y mi única explicación es que algo me viene de madre. Ya se contará esa historia después.

) Las cabecitas de luna

Y como ya somos muchas las de cabello de plata y crema, somos legión, y para mencionar a todas y cada una necesitaría otro cuaderno, o varios.

Y en esta noche en que escribo, apenas voy a referirme al hecho de que esto ya lo había vivido o visto hace muchos años, y para marcar la fecha de mi visión, se lo conté a uno de mis hijos hace más de una década en Tantoyuca, pero, dice que no se acuerda.

Así es mi dejavú en la cabeza: Voy constatando el momento al instante en que cuento esto con las imágenes de todo lo que me rodea y en que, hasta mi vestido, acierto a decir,  cada vez que se cumple uno de mis recuerdos del futuro, ya sé que viviré otro poquito.

Pues, sí. Me faltan muchos por suceder.

Xalapa, Veracruz, México.
@editorahuasteca