Eva y la rosa
Eva y la rosa
LIVIA DÍAZ
Le había advertido el espejo del olor a naftalina.
La ropa y el closet, santuario de lo suntuario
ha crecido entre cámaras de polvo.
Recuerdos...
Eva se fue directa y hacia el norte, buscando la imagen.
No había llovido con claridad desde sus ojos
excepto ese día, de renacer en su cintura.
Como que destruye y reconstruye, a dos repasos
segmento de la costilla, de algún sacrificio eterno.
Recuerdos...
Amado ser mundano, eructo de la deidad,
de dos en dos, uno con dios, al calcinar la vida.
Una en la junta de lo humano.
Eva, el tribunal instante precoz,
aljibe del cáliz al ósculo de oro, que mortificó a su hermano.
Decidió buscar un Yo, en unas alas de Adán.
“Sol” se llama cuando se percata
de su masculinidad primigenia.
0 comentarios