Las fronteras de mis manos
Las fronteras de mis manos
Livia Díaz
I
Yo te vi y sonreías
de pronto y para mí.
Me casé contigo en la idea
en la mañana
en la tarde
para vivir en la noche
como un sueño.
Te vi cuando
ya te estaba esperando.
Vi tu sonrisa
de mexicano
de país;
cuando estaba
conejo y cuyo
cavando huecos
en la tierra
por donde pasara la inmensidad
de sus nuevos ríos
y, como las venas.
II
Al escribirte yo me baso en ti
sin acudir al diccionario.
No llevo citas ni cuentas
ni cuenta de citas.
Dejo fluir mi verso
que te busca,
porque este es el verso
que te encuentra.
Y yo te leo a ti
mientras escribo con mis manos
lo que me noté adentro
a donde se hacen las palabras.
III
Yo lo vi.
Es otoño infectado de floresta nueva.
Acampa en mi deseo de sobrevivir
por llegar a primavera.
Lo vi flor de redondas fauces
y alientos como manos, en la pradera
de las esperanzas, como péndulos
pendientes.
Lo vi en las escaleras y las entrelíneas
salvajes, como cabello bruto en el rincón imposible,
de una mueca posible, en un oscuro acantilado.
Lo vi campanario y campana
sin recuerdos por llegar.
Lo vi hablándome de la noche y de las circunstancias
cuando las cortinas de mi estro
acampaban en el deseo de borrar mi memoria.
Lo vi —y lo vi— y otra vez.
Estaba desnudo
estaba hombre
estaba algarabía y festejo
estaba ciego
y era médula
que los compases metieron a mi sangre.
0 comentarios